"WHAT YOU SEE IS WHAT YOU GET"

dijous, 5 de gener del 2017

Marco. (6 de 8)



Marco. (6 de 8)

Entre palabra y palabra se desgrana nuestra conversación, ese diálogo tranquilo y tan estimulante como lo es hablar de lo que ya se sabe con alguien desconocido, una relación de cliente a orfebre que casi es una metáfora; entre ambos se establece una analogía mientras la escucho, pinto, dibujo y coloreo lo que me dice procurando ser el mejor alumno de un aula en la que sólo estamos ella y yo.

A veces sus pesos y medidas, sus palancas y sus apoyos me recuerdan a los de un arquitecto o a las de un fino ingeniero, pero en otras ocasiones creo estar entre las cucharas y las ollas de una cocinera voluptuosa que sonriendo da a probar a su comensal una muestra de la mejor sopa de pescado.

En ocasiones incluso señala su propio cuerpo resaltando con sus manos sus volúmenes y me manifiesta la falta de arrugas y verrugas, y en una ocasión me mostró, incluso, su sexo abierto únicamente para que lo viera y lo pudiera oler y así dibujar mejor, igual que si fuera, decía, las flores de Venus, el origen del mundo, allá donde su marido quiere regresar cuando muera porque cuenta que antes del feto hubo un coito, el de sus padres queridos que ya han fallecido y que, como todos, copularon como cualquiera.

No poda esa flor, la deja crecer y reverberar, no se depila ese centro del universo como la mayoría, en eso su señor es anticuado y prefiere la exhuberancia de los impenetrables y profundos bosques germanos, llenos de pinos y castaños, que los desiertos de los caldeos más llenos de pozos secos que de oasis húmedos y fragantes.

Le gusta que la mujer se pose encima, y asegura, sin atisbo de duda, que ellas cabalgan mejor al no tener nada que les cuelgue entre las piernas. No le digo que no, respondo, pero las ubres bailan si no se las aprisiona, sueltas pueden desequilibrar la estaca más tiesa. Me dice que sí riéndose, que los pechos sueltos de una mujer, bailando como peonzas, desequilibran al más pintado, parsimonioso y desapasionado. Pero también prefiere la postura del perro y entrar y salir de dentro de cualquier agujero aunque sea la famosa cueva de los vientos y ella misma la parte masculina y su esposo una pobrecita virgen asustada. 


En esa clase de disertaciones y diálogos se desarrolla nuestra relación artística y pornógrafa en la que trato siempre de satisfacer a la señora usando solamente la plática y la maestría de mi corta lengua hablada y mis pobres manos que exclusivamente retienen, entre su índice y su pulgar, un sencillo pincel o, también, un tosco y grueso carbón negro, más negro que el negro que se pueda pintar o imaginar en esas entrepiernas que escupen rayos, truenos y el fuego de más de mil vesubios, calderas y fogones. 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada