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dimarts, 3 de gener del 2017

Marco (4 de 8)


Marco. (4 de 8)

Gala es una patricia de mediana edad y mi mejor clienta. Casada y con dos hijos, se enaltece de la virtud que en otros tiempos revistió a su clase y que, según ella, engrandeció a Roma llevándola a dominar el mundo.

Está muy orgullosa del amor y de la devoción que siente por su esposo al que le proporciona esas pinturas mías de amores casi prohibidos entre humanos como si fueran entre animales. Su vida transcurre tranquila, viven ambos una existencia retirada y medio solitaria en el campo en una pequeña hacienda austera y sin adornos; a sus años no le gustan las multitudes ni los banquetes, detesta las relaciones sociales que exigen a todos ser educados y amables sin desearlo, un esfuerzo por el que ya no se siente obligada y que rehúsa siempre que puede.

Cuenta que tuvo una juventud algo desordenada que recuerda con una mezcla de excitación y nostalgia, una época lejana que, en el fondo, añora. Unos años demasiado llenos de bullicio y de esos invitados que en las fiestas comen demasiado, de amigos y de familia, de desconocidos y de pasavolantes, de actores y profesionales de la escena y de las artes, o de cualquier otra cosa que sirviera para dar espectáculo y servir de modelo a los demás. El más pintado aseguraba ser un flautista, un bailarín y el mejor amante del mundo o la más bella muñeca para usar y romper, un recuerdo de ayer. Músicos y saltimbanquis, acróbatas y engañabobos, iluminadores de cárceles y de estancias oscuras con fogatas que terminaban incendiando castillos de arena que habían creído estar construidos con roca compacta.

Pero después de las risas siempre vienen los llantos, el resultado es irremediablemente feo, zafio y antiestético, pero, lo reconoce Gala también, extrañamente seductor y atractivo, el regusto es amargo como el vinagre o la cerveza caliente que emborracha a pesar de su mal sabor.

Como describió Petronio en su Sutura, dentro de los cerdos asados algunos necesitan encontrar palomas vivas, efebos lujuriosos y vírgenes listas para desflorar.

Luego, es inevitable, hay que limpiar, tirar la basura y la porquería y comportarse con los demás como si nada hubiera ocurrido, que el recuerdo no nos estropee el presente, y aunque la primera labor la realicen los esclavos, la segunda solamente es cosa nuestra.

No se puede vivir permanentemente como si fuera el último día de nuestra vida, solamente es posible hacerlo si realmente lo es: el último día de nuestra vida. Sin embargo, cada uno se dice adiós a sí mismo de diferentes maneras, algunos buscan que el ruido les impida pensar, otros, en cambio, prefieren el silencio y ver llegar tranquilos el sol que los matará.

El amanecer es más asesino que la misma muerte.

Pero eso ocurrió en su juventud, ahora, afirma rotunda, es una mujer fiel y tranquila, considera que las relaciones lésbicas que dice que practica, de vez en cuando, no cuentan como faltas ni engaños ni mucho menos tampoco como actos adúlteros; por ser entre mujeres piensa que no van más allá de un simple juego inocente, casi infantil, y que en ellos no hay traición ni deslealtad. 

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