Philip Lorca di Corcia
Sufrimiento fetal (8 de 9)
1 de mayo
Amor mío, a Luis ya hace días que le han quitado el yeso, ha estado
cuarenta con él puesto, toda una cuarentena. Lleva un mes con la
rehabilitación. Como no va a trabajar (al menos no pisa la oficina pero trabajo
en casa sí tiene, y mucho, con el ordenador y el teléfono no para) ahora se
encarga él de recoger a los niños en el colegio y traerlos a casa, y también de
llevarlos a la piscina, al ballet o, ahí quería llegar yo, al psicólogo, mejor
dicho, a la psicóloga.
Al grano, se ha enamorado de la psicóloga ésa y me ha pedido el divorcio el
muy sinvergüenza. Esta vez me lo ha pedido, debe de ser más seria la cosa. A mí
no me importa, no es nada grave, yo le he dicho que sí y le he presentado toda
la lista de cosas que quiero y a las que tengo derecho. Me he informado bien,
tengo una amiga del periódico que es abogada y especialista en divorcios. Se le
ha cambiado la cara. Y yo me he reído. Ya se le pasará.
He decidido ser sarcástica. Frente a esa propuesta de divorcio de mi marido
creo que lo mejor que puedo hacer es ser cínica. Y decirlo con todas las
palabras, me importa un pimiento su psicóloga y el color de sus bragas. Aunque
esa última frase no es muy cínica, la verdad. Pero tampoco me importa.
Amor mío, debes tener cuidado conmigo, ya sabes que soy una mujer que se
enamora de los árboles y creo que tú eres uno. Aunque creo también que todas
decimos la tontería esa de los árboles y que nos enamoramos de ellos, ¿no?
¿Crees que estoy loca?
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