Philip Lorca di Corcia
Sufrimiento fetal (7 de 9)
15 de febrero
Amor mío, el viaje a Nueva York ha sido un desastre. Ya sabes que estábamos
en enero, en pleno invierno, y la ciudad lucía una nevada espléndida, había
nieve por todos lados y un frío horroroso. Luis, que es un crío, se empeñó el
día que fuimos a visitar el Rockefeller Center en patinar en la pista de hielo.
Hacía años que no practicaba, yo traté de impedírselo, ya está barrigón aunque
practique squash y algo de tenis, pero el muy tozudo insistió. Ya te puedes
imaginar el resultado, se cayó y se rompió la rodilla derecha, ¡la rótula!
Toda la semana hospitalizado, la pierna enyesada hasta la ingle, y yo
haciéndole compañía en el hospital y ayudándole a orinar y a otras cosas, ¡qué
semana!, ¡por Dios! Además ya te he contado en más de una ocasión que es muy
mal enfermo. Me sacaba de quicio, se pone nervioso, es impaciente y nos
peleamos varias veces, incluso un día quiso que hiciéramos el amor en la
habitación del hospital. Le dije que no, ¡por supuesto!
No te cuento luego la odisea del avión y el viaje de regreso, la dichosa
pierna enyesada no le cabía en ninguna parte, tuvimos que comprar un billete
más. A pesar de ir en primera clase dimos la nota durante todo el vuelo.
Un desastre, amor mío, un verdadero desastre, él con la pata tiesa y yo
todo el día encerrada en el hospital, no vi ni la “zona cero”.
Sé que tú tampoco has tenido buenos días y que no lo estás pasando bien, y
yo quiero que seas feliz al sentir mi presencia, quiero que mi amor te
reconforte, como a mí me sostiene el tuyo. Pensar en ti me consuela. Eres un
verdadero juguete. Jamás he odiado tanto la distancia que nos separa como hoy,
por no poder estar a tu lado para tenerte entre mis brazos y secar tus
lágrimas.
Habríamos estado sentados en la cama toda la noche charlando y yo sobre ti,
a horcajadas.
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