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divendres, 10 de febrer del 2017

Sufrimiento fetal (4 de 9)

Philip Lorca di Corcia

Sufrimiento fetal (4 de 9)

23 de diciembre

Amor mío, Isabel, la mayor, ha recibido muy buenas notas en el colegio, estoy muy orgullosa de ella, sin embargo Daniel es un rebelde, no para quieto. Ella es encantadora, obediente y muy aplicada, pero el niño, a pesar de ser muy inteligente, siempre está nervioso. Ya sabes que desde hace seis meses asiste a unas sesiones con el psicólogo, tiene un problema de atención, quizás debido a su inteligencia. Eso dice el médico; es un muchacho simpático pero últimamente está muy ausente, se pierde en tonterías, se fija en las moscas que vuelan y no en lo que debe. Ya sé que es muy pequeño todavía, pero no es un comportamiento normal el suyo, no lo es. Tiene apenas seis años, un momento clave en su vida, está dejando de ser un bebé para convertirse en un niño. Hemos de estar muy atentos, lo que se estropee ahora no se podrá reparar nunca más. Su padre y yo nos esforzamos, pero nunca nos presta atención.

Esta es una situación que me preocupa mucho; Luis hace también todo lo que está en su mano y me apoya, ambos actuamos al unísono, opinamos de la misma manera y nos esforzamos igual. Pero no me siento bien, la verdad es que no, estoy algo insegura respecto al esfuerzo que debo hacer para el bien de mi hijo Daniel.

A ratos me noto confundida y cansada, muy cansada. Luis me ayuda, pero solamente tú eres mi reposo y mi alegría, en la vigilia y en mis sueños, tu, alguien que sólo existe en mi imaginación. ¿Estoy loca?

Realizo mi trabajo con eficacia, voy al periódico, y he de viajar por todo el país aunque hace tiempo que dejé la sección internacional al tener a Daniel, y ahora solamente me ocupo de las cosas de aquí, que también son muchas. Amor mío, tú ya conoces sobradamente el encanto tan especial que tiene viajar, y especialmente al extranjero. La sensación de impunidad que te ofrece el anonimato. Fueron aquellos unos años apasionantes y excitantes. Todo ayudaba, incluso las personas con las que debía relacionarme, gente importante, presidentes de grandes compañías, famosos economistas, los mejores profesores de las principales Universidades del mundo, premios Nobel, y los alumnos más prometedores para futuros premios Nobel. Viajaba al centro de las decisiones y también a los más peligrosos suburbios del mundo, donde nada, ni la vida de los seres humanos, es importante. Mi vanidad y mi amor propio eran altos, pero ahora todo me duele, es un sufrimiento que tiene su origen más allá del tiempo, en el aleteo de una mariposa que nació conmigo cuando mi madre me parió.  

La sección nacional requiere también mucho trabajo, es más periodística y menos “económica” hay días en que la jornada resulta agotadora. He de mantener mis contactos, no consigues información si no tienes buenas amistades y las fomentas. La relación del periodista con su fuente es una vía de doble dirección, ambos nos usamos para nuestros intereses, es como la relación con un amante, tú lo sabes también, yo necesito información, noticias, es mi materia prima. Ellos en cambio, me necesitan a mí para aquello que quieren que se sepa se haga saber. Muchos periodistas se creen algo que no son, apenas somos voceros de los demás.

Me ocupo de todas las cosas que debo, pero solamente pienso en ti, me tienes loca, cardíaca, y no puedo centrarme en nada más. He de reconocer que no puedo. Ni tampoco quiero. No te imaginas lo que ha supuesto para mí tu irrupción en mi vida. No, no lo imaginas. Probablemente tampoco lo entenderías. Pero no hace falta que lo entiendas, no te preocupes, solo quiero que estés ahí, dentro de mi cabeza.

Esta tarde he de ir con Luis al colegio del niño, es una de esas entrevistas rutinarias, pero seguramente la tutora nos hablará de las dificultades y problemas que ven en Daniel. También nos quieren ver a nosotros, al matrimonio. Va a ser como una especie de evaluación, o al menos así lo siento, una de tantas a las que te ves continuamente sometida para demostrar que vales lo que cuestas. No me importa demasiado aparentar o ser un simulacro sofisticado de una prostituta del barrio rojo de Ámsterdam, carne para comer, fuerza bruta o materia gris expuesta en el mercado de trabajo. No me importa exhibirme de “súperperiodista”, eso satisface también mi vanidad, pero cada vez soporto menos la evaluación constante y continuada. El examen perpetuo. A estas alturas de mi vida me he tenido que desnudar en demasiadas ocasiones. No tengo remilgos, ya he demostrado quién soy y qué valgo.

Pero es también normal, yo entiendo que la tutora concierte esta entrevista; hay muchas familias desestructuradas, verdaderos infiernos en la tierra, y los hijos, siempre los más débiles, terminan siendo los más perjudicados. Por suerte este no es nuestro caso, Luis y yo no somos una pareja perfecta porque esto sencillamente no existe, pero nadie podrá decir que demos mal ejemplo a nuestros hijos. Luis es un padre excelente y yo me esfuerzo en todo lo que puedo, tú ya me conoces y sabes que soy también una buena madre. Daniel es un niño demasiado inteligente, es algo que me hace sentir orgullosa como madre, pero ése es el origen de sus dificultades, y, naturalmente, me inquieta muchísimo. Hay que encauzar y potenciar esa inteligencia. Si hay que gastarse más dinero o dedicarle más horas lo haremos; Luis, naturalmente, está dispuesto a sacrificarse por él, y yo, no hay que dudarlo, también. Pero tampoco debemos hacer una montaña de algo que todavía no es ni un pequeño montículo. Al menos todavía no, estoy confiada, soy una mujer optimista y entusiasta, pero a veces no puedo evitar ver las nubes encima de mi cabeza. Nubes enormes, gigantes, verdaderos colosos de tez oscura, inhumana, grises, informes como el puño de algún Titán iracundo. Amenazantes.

¿Por qué el futuro siempre es un peligro? Dímelo, amor mío, ¿por qué no estás a mi lado todavía?, ¿por qué no vienes?, ¿no te das cuenta que todo mi ser quiere y necesita vaciarse en ti?, quiere y necesita ser tu vaso, tu copa de la que bebas siempre que tengas sed. ¿No te das cuenta?

Ven.

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Luis me dice muchas veces que estoy loca cuando se enfada conmigo. No es que lo crea de verdad, nunca ha tenido la desfachatez ni la falta de tacto de recomendarme un psiquiatra. Pero no me gusta esa expresión. Me inhabilita, como si perdiera mis derechos de persona, como si hubiera cometido un delito. Es peor estar loco que ser un asesino. A los criminales se les respeta el “habeas corpus”, a los locos no. Cuando nos enfadamos se va, desiste y se encierra en su despacho. Incluso en algunas ocasiones se ha ido a la casa que tenemos al lado del mar. O se va de viaje, dice. Se marcha sin despedirse y no llama por teléfono. Al cabo de un tiempo, pueden ser días, regresa. Naturalmente siempre termina regresando, tiene una familia, una familia que cualquiera desearía, y a mí esas idas no me preocupan. Al fin y al cabo, siempre nos estamos yendo. Aunque tampoco sé bien para qué si al final terminamos volviendo.

Me gustaría parar, detenerme y descansar y eso es lo que hago al escribirte y abrirte en canal con mi hacha de matarife, para comerme directamente tus vísceras sin cocinar. Eres mi pescado crudo, mi sushi. Ahora tengo algo que morder, mis dientes están menos doloridos. Tú eres un hombre y no sangras y yo llevo faca.

Gracias también por tu apoyo, vida mía, y por tus consejos, los seguiré, puedes estar seguro que son de mucha ayuda, eres un encanto, te quiero, te quiero mucho.


Yo soy tu vocera, y tú eres mi noticia.

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