Philip Lorca di Corcia
Sufrimiento fetal (2 de 9).
12 de diciembre
Amor mío, estoy contenta porque Luís acaba de comunicarme su ascenso. Ya
sabes que el llevaba muchos años persiguiéndolo, luchando por él. Ya te he
contando también todas las batallas que ha tenido que librar con sus superiores
e incluso con sus propios compañeros, especialmente con ellos.
Trabajar en una multinacional es algo terrible, muy duro como ya sabes. Su
cargo es intermedio, nada del otro mundo, pero aún así requiere una
personalidad bien templada en el esfuerzo y una gran resistencia psicológica,
además de todas las cualidades políticas que se precisan para sobrevivir en un
lugar donde la competencia es fuerte y los pactos son necesarios. Pactos de
unos con otros y de todos contra todos. Ya te he contado que en su empresa y en
otras similares lo que cuenta al fin y al cabo son los intereses de los
gestores, y no de los accionistas, y mucho menos los intereses de los clientes
y nunca tampoco el de los trabajadores.
En este tipo de empresas todo es táctica, todo es política, son lo
contrario de lo que dicen, y siempre hablan demasiado sin decir la verdad
porque desconocen lo que demonios es eso. Lo sé bien, ya son muchos años
dedicándome al periodismo económico y mi experiencia es larga informando sobre
el mundo empresarial. He viajado y entrevistado a todos los presidentes de las principales
compañías del planeta, pobre de mí, una simple mujer como yo hablando con
personas tan importantes. Pero nunca me he amedrentado. Soy una mujer liberal
que cree en la economía de mercado y en el libre comercio, pero las empresas
muy grandes parecen no ser de nadie como las Administraciones Públicas con sus
legiones de funcionarios con contratos laborales vitalicios, y cuando algo no
tiene dueño claro puede ser entonces de cualquiera, cualquiera que se atreva a
tomarla sin el menor escrúpulo.
Menos mal que Luis tiene temperamento y suficientes cualidades para
sobrevivir en esta guerra permanente, las tiene pero me preocupa, hay días en
que el pobre llega a casa cansado, muy abatido y chamuscado de tanta batalla y
de tanto incendio que debe de apagar, parece un bombero en pleno agosto
mediterráneo. Y eso también me abrasa a mí, me lleva a veces hasta el
agotamiento. Pero bueno, qué quieres que diga, estoy muy contenta por él, al
final lo ha conseguido. Me siento orgullosa, le he ayudado y le ayudo en todo
lo que puedo, ya lo sabes, amor mío, me esfuerzo constantemente. Sin embargo, como
casi todas las mujeres he de compaginar igualmente mi vida profesional, que
también es despiadada conmigo, con la familiar, mis hijos y Luis, mi marido. La
mejor manera de hacer tal cosa con la dignidad suficiente es logrando dinero,
cuanto más mejor. Los billetes de banco siempre son el mejor aceite para
engrasar estas tuercas y estos engranajes tan complicados que son el matrimonio
y la familia. Con dinero todo va mejor, sin dinero todo va peor.
¿Para qué te cuento todo esto? ¿Por qué hablo con alguien como tú que no
existe y que me he inventado como si fuera realmente mi amante? No tengo ni
idea, en realidad no necesito ni amantes ni maridos, tampoco creo ni dejo de
creer en la economía de mercado ni en todo lo contrario, pero eso no lo sabe el
periódico que me paga por mi trabajo y tampoco lo sabe Luís. Sólo quiero que entiendas,
es necesario decirlo claro, que yo no deseo lo ajeno. Ni tampoco pretendo dejar
transcurrir la vida que me pertenece por derecho propio en la rutina de un día a
día devastador y cruel. Tampoco voy a tolerar convertirme en una mujer vulgar
que siente un simple alivio al ser libre y al mismo tiempo tristeza por vivir
inmersa en el vacío. No quiero añorar ninguna ausencia, ni siquiera la de mis
hijos, no estoy dispuesta a sentir nostalgia por un futuro imposible. No quiero
convertir mi vida en una ucronia, ni tampoco pretendo desear utopías. Por eso,
precisamente porque quiero seguir estando viva, de carne y de cuerpo, pues mi
cuerpo es mi espíritu, te estoy escribiendo ahora a ti, a mi amor, al dueño de
ese cuerpo que nunca me ha pertenecido del todo excepto cuando lo he dado,
aunque al darlo siempre lo he perdido, a pedazos, aunque al entregarlo siempre
me he liberado de él, a cachos, de mi cuerpo han salidos dos hijos no sé cómo y
en ellos hay una parte de mí que me han hurtado, una parte que ahora me falta y
que encuentro a faltar. Mi vida eres tú, pues sin ti no podría mirarme a la
cara, ¿a quién hablaría?, ¿qué le diría a la pared?, ¿de quién serían las
arrugas de mi rostro?, ¿quién besaría mis ojos cuando llorasen?, ¿a quién
podría yo escuchar? ¿A mi esposo?, mi esposo es mi esposo, nada más, él nunca
serás tú, es imposible, no tendría ninguna gracia.
Soy una mujer casada, sí. También soy madre, sí. Pero eso puede cambiar en
cualquier momento, son apenas circunstancias, curvas del camino. Son lluvia o
calor, nieve o huracán. Sea cual sea el futuro yo seguiré siendo una mujer de
pleno derecho, completa, entera, sin otras necesidades que las que pueda tener
cualquier persona y sin deseos no satisfechos ni hambres atrasadas de posguerra
famélica. ¿Y tú?, tú serás siempre lo que yo quiero que seas, mi amado, el
espejo que está a mi espalda y que refleja mi patio trasero.
En fin, Luis solamente necesita el nombramiento del consejero delegado y la
confirmación oficial del consejo de administración. Será mañana.
Por cierto, me he dedicado a mirar los vídeos sobre felaciones que me
pasaste y a buscar también yo por mi cuenta. Tenías razón, son muy
instructivos. Aunque tengo mi propia idea, claro, pero solo teórica, así que me
conviene verlo en la práctica, fijarme en los detalles. Ese tema no me lo
estudié cuando debía y ya me convenía tomar apuntes de nuevo y hacer algún
repaso.
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