Día ocho. Amantes a plazos.
En realidad fuimos
amantes a intervalos cortos durante todo el resto de mi vida a partir del día en
que la conocí. A plazos, como si pagáramos una hipoteca. A veces la confundía
con otras, me equivocaba de nombre cuando estábamos juntos.
Ella siempre afirmaba que
supe seducirla, que fui hábil, incluso aseguraba que me amaba.
Me lo creí porque seguramente
era cierto, pero después llegué a una convicción extraña y falsa, egoísta y
perversa: pensé que yo era lo mejor que ella conocería jamás sin llegar a darse
cuenta nunca de ello.
Fue una presunción miserable,
lo reconozco, sí, pero… ¿era cierto también? No, no era cierto, claro que no.
¿Qué le gustaba de mí? Lo
ignoro, ¿quizás mi cama estrecha y mi suelo forrado con una falsa alfombra
persa?
Tal vez lo que le agradaba
es que yo no era nadie y al no serlo cumplía perfectamente con mi función de
padre, amigo y amante imaginarios, pero aseguraría, apostaría por ello, que
solamente llegué a hermano o a primo incestuoso, y, como máximo, a compañía de conveniencia.
Siempre he sabido dar consejos.
Repetía muy segura que le
gustaba mi actitud y la buena
predisposición que le demostraba cuando hacíamos el amor, mis ganas la
sorprendían, me decía medio burlona.
Me gustaba oírlo… a
medias. Parecía una frase halagadora, pero a mí se me quedaba el cuerpo raro y
el corazón descolocado, más descentrado de lo que siempre lo he tenido, ¿qué
otra cosa podía demostrarle de forma sincera, apasionada y amorosa cuando
estábamos en la cama que tener ganas y no esconderlas? Parecía tan natural y
espontánea al expresarlo que al oírla me avergonzaba yo de ella y de mí, y me
ruborizaba como un chiquillo inexperto e ignorante. ¿Qué demonios quiere
decir?, me preguntaba a mí mismo, ¿con que tipo de hombres ha estado esta chica
para medio burlarse de mis ganas?, ¿qué clase de sexo ha tenido?
Era tan bella que se
sentía un patito feo.
No logré enseñarle nunca
nada. Esa fue también una paradoja dolorosa, me desconcertaba que no aprendiera
de mí y sí de otros a los que solamente conocí de oídas y mal. En ocasiones
jugaba a ser una niña-mujer y había días que veía en ella a una anciana,
rendida y agostada.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada