Día catorce. Me estoy muriendo.
Me estaba muriendo y
deliraba entre sus guantes de terciopelo blanco.
La morfina no humeaba ni
el hospital se encontraba en Shangai.
Sus manos sin dedos no
podían asir mi pene, su boca sin lengua se mantenía callada y su sexo era una
calle cortada como si fuera una sirena, una mujer con cola de pez.
Nunca me creí lo que me
contaba, no era fiable, me decía a mí mismo, ella no sabía nada y yo solamente
soñaba y fantaseaba.
No sabía nada de mí ni yo
nada de ella, no sabía nada de nada. No deben quererme así. No quiero que nadie me ame como si sólo fuera
el chico de ayer. Yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola, esa es
la verdad y esa es la diferencia, siempre te acostabas a mi lado sin saber por
qué. (3)
Nunca te lo perdonaré.
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