Día cinco. Cerramos el trato.
Muchos opinan que es mejor ser dueño de nuestros
silencios que esclavo de nuestras palabras, sin embargo, siempre he pensado que
ellas están para ser dichas, sean las que sean, si hay algo que deba decirse ha
de ser dicho.
Mientras se calla el tiempo pasa y mientras se
habla el tiempo para, se detiene, esa es la disyuntiva. Las palabras no tienen
vuelta atrás, por eso hay que ser muy cuidadoso al pronunciarlas. Pero al
silencio le ocurre igual.
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- Sólo te busco a ti-
insistió.
- ¿A qué esperarás?
- Te esperaré a ti, ya sabes que yo soy la rosa salvaje que te busca. (2)
- Deja la poesía para
otra ocasión.
- Quizás debamos
callarnos los dos.
- Te lo pregunto de
nuevo, ¿a qué esperarás?
- A que se vayan estas
visitas que dices que vendrán en octubre, siempre acaban por irse, ya lo sabes,
todas se marchan, ninguna se queda. Ésas también terminarán por zarpar, de una
forma u otra lo harán, lo sabes, ¿no?
- Sí, lo sé.
- ¿Quince días?
- Ni uno más, amor mío.
- Trato hecho.
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