Día dieciocho. El cebo debes ser tú.
Mi asistenta sanitaria es
bella, tiene un cuerpo joven y bien formado.
Es de mediana estatura,
morena, y muestra y me enseña un pequeño pubis medio depilado y unos pechos
caídos lo necesario y justo para que su respiración provoque en ellos el
temblor que luego causa el corrimiento de las famosas placas tectónicas del
planeta, los terremotos y los célebres tsunamis, esos desplazamientos abruptos
de los océanos que tantas muertes ocasionan.
Me recuerda a Pier
Angelli, una encantadora actriz italiana que hacía honor a su nombre. Se parece
a las Madonas de Rafael, santas y
ninguna virgen.
- ¿Para qué sirve una
mentira? -me ha preguntado.
- Para restablecer el
equilibrio -le he respondido.
- ¿Entonces?, ¿la verdad
qué utilidad posee?
- No tengo ni idea.
- ¿Cuál debe ser el cebo?
- Tú misma.
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