Philip-Lorca diCorcia
14. De cómo el amor te hace
perder la curiosidad.
Daniel
me mentía y yo no sabía por qué. Podía haberle confesado que lo veía cada
jueves llegar puntual a las 14,30 al portal donde vivía Ángela, la hija sin
padre de otra Ángela, y no irse hasta las ocho de la noche. Yo ya me inclinaba
por pensar que era amante de la hija de su ama, esa nueva Ángela, aunque no
tenía más datos que los que he relatado, ésa era una posibilidad que yo y que
muchos hubieran pensado. Pero… al fin y al cabo no era ése un asunto de mi
incumbencia.
Lo
habría sido si hubiera tenido los medios y el tiempo suficiente para averiguar
ese “porqué”.
En
aquel tiempo el trabajo me absorbía, aunque, dicha sea la verdad, mucho menos
que una nueva novia que me había salido y que ocupaba todas las horas que ella me
mantenía despierto y que eran casi todas.
Las
novias o los amores copan demasiado tiempo y te impiden desarrollar una vida de
persona civilizada y mundana. Cuando se está enamorado la curiosidad sobre las
cosas disminuye, y tu atención queda patológicamente concentrada en un único
interés, casi como si fueras una víctima del Síndrome de Savant, te conviertes en un superdotado en una sola
cosa, y una nulidad en todo lo demás. Así que descansé por un tiempo del
secreto de Daniel, y la curiosidad que sentía por desentrañarlo quedó aplazada
y postergada para una mejor ocasión. Mi atención se concentró en mi nueva novia
y sus habilidades en la cama.
Daniel
y yo nos seguíamos viendo, y un día, hablando de inmuebles, inversiones y cosas
así, le pregunté por Ángela, su ama. Lo hice a media voz, para que no me oyera
Cristina, su esposa, un día que me invitaron a cenar con ellos.
Me
dijo que había fallecido, que más tarde, cuando estuviéramos solos, me lo
contaría con detalle.
Murió
de un derrame cerebral al poco tiempo de nuestra conversación. Me enfadé con él
por no habérmelo comunicado. Soy tu amigo, le dije, ¿por qué no me lo hiciste
saber?
-No
quería molestarte -fue su respuesta.
-¿Y
la hija, la otra Ángela?
-Tardó
un poco -me respondió -pero al final encontró trabajo en una empresa de
limpieza de oficinas. Se fue a vivir a una habitación alquilada de una pensión
y el piso lo vendí, me respondió escuetamente.
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