Philip-Lorca diCorcia
6. De cómo Daniel me
contaba cosas de su esposa Cristina.
Daniel
me contaba que al menos eso era lo que Cristina decía, que lo quería, aunque
decir dice muchas cosas, continuaba, y algunas de ellas no cuadran con otras que
dice o con otras que hace. Pero eso le ocurre a todo el mundo, ¿verdad? Todos
decimos o pensamos que decimos lo que luego no hacemos, y yo no quiero discutir
más, ya lo hice en su momento y no quiero seguir hablando para nada. Incluso
pienso a veces que quizás ella tenga un amante. En cualquier caso ha pagado
dinero por algo, es bueno que quiera cobrárselo. No me pide que me acueste con
ella en la misma cama, no me exige eso. Puedo sentirme satisfecho, ¿no crees?
Pensé
de nuevo que esa era también una frase enigmática, que quizás encerraba algo
que Daniel conocía de Cristina y que no quería contar de forma explícita.
¿Qué
era eso que no cuadraba en Cristina?
Daniel
tenía razón en algo, pero era una razón demasiado obvia, casi banal. Decir y
hacer otra cosa distinta nos sucede a todos, incluso, en la mayoría de
ocasiones, ni siquiera somos conscientes de ello y nos pensamos que actuamos de
forma coherente, que somos personas consecuentes, cuando, la verdad, pocos
consiguen serlo.
-¿Qué
quieres decir con eso de que hace algo distinto de lo que dice?
-Todo
depende del dinero con el que pagas, si es tuyo o es el de otros, a todos nos
ocurre igual, es una manera de hablar, ya lo sé. Cristina es una buena persona,
pero no sabe ,porque no quiere saberlo, el origen de su dinero.
-¿Qué
insinúas?, ¿es ilegal?
-No,
no lo es, al menos no todo, solamente una cantidad pequeña, o grande, no sé, como
en todas partes, eso sucede en todas las familias, pero ella no quiere saber
nada. Su patrimonio lo administran sus hermanos, ellos se encargan de todo.
-¿Sus
hermanos saben que ha pagado tus deudas?
-Ella
dice que no, pero no lo puedo asegurar.
-¿De
dónde dice que ha sacado el dinero entonces y sin que lo sepan sus hermanos?
-De
sus ahorros, me ha dicho.
-¿Y
tú te lo crees?
-No
me queda más reme dio. Piensa que no
tiene demasiada importancia lo que hacemos mientras haya alguien que crea en
nuestra palabra.
-Pero
sus ahorros provienen del dinero y el patrimonio que administran sus hermanos.
-Sí,
claro, así es. Y eso, como chica buena que siempre ha sido, es lo que no quiere
saber.
-Ellos,
en cambio, si que deben saber qué hace con sus ahorros, es lo lógico, ¿no?
-Supongo
que sí, pero yo tampoco quiero saberlo, en cualquier caso ellos se comportan
como siempre conmigo, nadie me ha reprochado nada. Ya te digo, ella me ha dado
su palabra.
-La
palabra dada es una especie de salvoconducto, ¿verdad?
-Sí,
te redime de tus pecados si alguien la acepta, y yo, aunque no puedo hacer otra cosa, he aceptado la suya
y ella la mía. Ambos hemos cumplido.
-Si
te quisiera hubiera pagado tus deudas y te habría dejado ir, las dos cosas, y
ambas al mismo tiempo -añadí.
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