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dissabte, 30 de juliol del 2016

Ángela/14 (Relato de verano en 20 capítulos y un epílogo)

Philip-Lorca diCorcia

14.       De cómo el amor te hace perder la curiosidad.

Daniel me mentía y yo no sabía por qué. Podía haberle confesado que lo veía cada jueves llegar puntual a las 14,30 al portal donde vivía Ángela, la hija sin padre de otra Ángela, y no irse hasta las ocho de la noche. Yo ya me inclinaba por pensar que era amante de la hija de su ama, esa nueva Ángela, aunque no tenía más datos que los que he relatado, ésa era una posibilidad que yo y que muchos hubieran pensado. Pero… al fin y al cabo no era ése un asunto de mi incumbencia.

Lo habría sido si hubiera tenido los medios y el tiempo suficiente para averiguar ese “porqué”.

En aquel tiempo el trabajo me absorbía, aunque, dicha sea la verdad, mucho menos que una nueva novia que me había salido y que ocupaba todas las horas que ella me mantenía despierto y que eran casi todas.

Las novias o los amores copan demasiado tiempo y te impiden desarrollar una vida de persona civilizada y mundana. Cuando se está enamorado la curiosidad sobre las cosas disminuye, y tu atención queda patológicamente concentrada en un único interés, casi como si fueras una víctima del Síndrome de Savant, te conviertes en un superdotado en una sola cosa, y una nulidad en todo lo demás. Así que descansé por un tiempo del secreto de Daniel, y la curiosidad que sentía por desentrañarlo quedó aplazada y postergada para una mejor ocasión. Mi atención se concentró en mi nueva novia y sus habilidades en la cama.   

Daniel y yo nos seguíamos viendo, y un día, hablando de inmuebles, inversiones y cosas así, le pregunté por Ángela, su ama. Lo hice a media voz, para que no me oyera Cristina, su esposa, un día que me invitaron a cenar con ellos.

Me dijo que había fallecido, que más tarde, cuando estuviéramos solos, me lo contaría con detalle.

Murió de un derrame cerebral al poco tiempo de nuestra conversación. Me enfadé con él por no habérmelo comunicado. Soy tu amigo, le dije, ¿por qué no me lo hiciste saber?

-No quería molestarte -fue su respuesta.

-¿Y la hija, la otra Ángela?

-Tardó un poco -me respondió -pero al final encontró trabajo en una empresa de limpieza de oficinas. Se fue a vivir a una habitación alquilada de una pensión y el piso lo vendí, me respondió escuetamente.

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