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dijous, 28 de juliol del 2016

Ángela/12 (Relato de verano en 20 capítulos y un epílogo)

Philip-Lorca diCorcia

12.       La hija de Ángela Martínez López

Tuve suerte y Cristina terminó de leer el libro pronto, así que Daniel me llamó para quedar y prestármelo. Cuando nos vimos traté de llevar la conversación donde deseaba. Le hable de mis padres, que ya estaban muy mayores y cuya situación me preocupaba. Me interesé por su madre, que todavía seguía viva viajando, y, por supuesto, también por Ángela. ¿Qué es de ella?, le pregunté.

Me respondió que estaba enferma, que padecía demencia senil, que ya no reconocía a nadie, que incluso se había vuelto agresiva, violenta y mal hablada cuando antes nunca lo había sido. Hacía seis meses que la había ingresado en una residencia para ancianos, sedada y medio convertida en un vegetal. Cada día eran más las horas que permanecía en cama, no andaba y ya era absolutamente dependiente. No era capaz ni de comer por sí sola.

-¿Qué hiciste con el piso donde ella vivía?, le pregunté. ¿Está vacío?, ¿lo vendiste?

-No, allí vive ahora su hija.

-¿No estaba casada esa chica?

-Sí, se casó. Y al poco tiempo los dos perdieron el empleo que tenían. Ya sabes, trabajos muy precarios, ella hacía de muchacha de la limpieza y su marido de peón en la construcción. Su madre me llamó para pedirme si los podía alojar en la casa. Se habían quedado sin la suya en la ciudad al no poder pagar la hipoteca. Le respondí que sí, que naturalmente. Los dos se instalaron con Ángela. A mí no me pareció mal, además, esa era una manera de no tenerla sola.

-¿Y qué pasó?

-Bueno, a los pocos meses se separó el matrimonio. Él se fue y se quedaron madre e hija, las dos juntas y solas en aquel piso.

-¿El padre apareció alguna vez?, ¿supisteis quién fue?

-No, nunca lo supimos. Oficialmente siempre constó como hija de madre soltera.

-Así debía de llevar los apellidos de su madre.

-Sí, y además se llamaba como ella, igual, Ángela.

-El apellido era Martínez, ¿verdad?, -le pregunté aparentando ignorancia.

-Sí, Martínez López.

-¿Por qué le puso el mismo nombre?, ¿por qué hace eso la gente? ¿Creen que el nombre hace a la persona?

-Quieren pensar que el hijo o la hija no cometerá sus mismos errores. Es una manera extraña de darse una nueva oportunidad a través de otra persona, y para eso nadie mejor que un hijo.

-Yo nunca le pondría mi nombre a mi hijo

-Yo tampoco, pero ni tú ni yo tenemos hijos.

-Para ti debió de ser una buena solución, ¿no? La hija cuidaba de la madre.

-Así fue. Incluso le pagué un sueldo. Lo hice para dignificar la ayuda que les prestaba. Mi ama Ángela era de mi responsabilidad, pero su hija no. Creo que fue la mejor solución para tenerla atendida y cuidada. Hasta que ya ha sido imposible y me he visto obligado a ingresarla en una residencia.

-Claro -le respondí. -Y en el piso vive ahora sola la hija, ¿no? ¿Vas a menudo por allí? -le pregunté con la mejor cara que supe poner de inocencia.

No, hace meses que no voy, hay días que la llamo por teléfono, nada más.

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¿Por qué me mentía?

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-¿Y qué harás con ella?, ¿se quedará a vivir allí?

Le he dicho que se busque trabajo, que su función en esa casa ha terminado ya. Su madre no regresará, morirá más pronto que tarde. Yo no le doy prisa, pero ya se lo he dicho con claridad. Debe encontrar trabajo y también algún sitio para vivir.

-¿Y tú no la puedes ayudar a encontrar ese empleo? -insinué.

-Bastante trabajo tengo en encontrar uno para mí -me respondió algo inquieto -Piensa que también, y de momento, todo eso se financia con el dinero de Cristina, gracias a ella he podido pagar la residencia y demás gastos. Ella no lo sabe, pero lo distraigo de la asignación que me da que es bastante alta.

-Pero son dos niveles profesionales distintos el tuyo y el de ella, no tiene nada que ver una cosa con la otra.

-Lo que yo creo es que durante estos últimos años la hija se ha conformado a una vida relativamente cómoda y fácil, la de cuidar a su madre sin que nadie le diera órdenes. Si quiere encontrará trabajo fácilmente. A propósito, ¿cómo va el tuyo?, me preguntó, cambiando sutilmente de tema.

-¿Cristina no sabe que Ángela está en una residencia?

-No.

-Pero Cristina no es tonta.

-No, tampoco lo es.

-¿Entonces?

-A mi no me ha dicho nada, es decir, da igual que lo sepa como que lo ignore.

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