Día dos. Le recuerdo que mi cama
es pequeña.
- ¿Y tu marido? -te
pregunté nada más que para disimular mi sorpresa y para dar un poco de
consistencia a la conversación.
- No te preocupes por él,
por el respeto que le profeso nunca le cuento nada que no deba saber.
- ¿Qué deberías contarle
que no haces?
- Mi vida, ¿qué si no? Ya
es suficiente con que sepa el nombre que consta en mi pasaporte, ¿no te
parece?, el otro, el verdadero, el que tú me pusiste, no lo saben ni mis padres
que me bautizaron.
- ¿Por qué no se lo
cuentas?, dos personas que se quieren deberían compartir sus vidas, ¿no?
- Todo lo contrario, ésa
es una convención romántica que nunca conduce a nada bueno, la realidad de la
vida es muy diferente.
- ¿Cuál es, según tú, esa
realidad de la vida?
- ¿Cuál?, ya la conoces, incluso
mejor que yo. Para dormir es preferible hacerlo en camas separadas, para vivir
también. La vida es igual que las camas y las caras, cada uno debe de tener la
suya propia.
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Antes de casarte con ese
marido al que no le cuentas tu vida me regalaste Chérie, de Colette. Es una historia amorosa entre una cortesana
madura, una mujer de una edad cercana a la mía actual, con un joven muchacho,
bello y vigoroso. También es casualidad que ahora se haya realizado una versión
filmada de la novela.
La escritora francesa
siempre consiguió retratar y describir con la precisión necesaria, sin
sensiblerías y a través del sexo, una historia sentimental, llena de verdad,
amor y dolor asumido con la ironía que solamente los seres libres son capaces
de expresar.
La relación entre ambos
termina cuando él, veinticinco años más joven que ella, se dispone a contraer
matrimonio.
“Igual que hiciste tú, al
casarte me dejaste”, te recordé. “Ninguna historia de amor finaliza cuando los
amantes se separan”, me replicaste entonces. “Algún día regresaré a por ti, no
tengas ninguna duda de ello”, creí que intentabas decirme al irte.
O quizás lo imaginé.
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- Recuerda que todavía
nos llevamos veinticinco años, -le dije -el tiempo transcurrido no ha recortado
la diferencia que nos separa, no lo hará hasta que yo me muera, entonces me
alcanzarás- le dije procurando no parecer cursi.
- A ti y a mí nunca nos
han separado los años vividos, solamente los que no hemos estado juntos, todo
lo que no hemos compartido.
- Siempre te ha gustado
ser melodramática. Dime, ¿por qué me pides de nuevo ser mi amante?, ¿es una
broma? Somos buenos amigos, no lo estropees ahora con sexo, ya lo tuvimos en su
momento.
- No es ninguna broma. El
porqué es asunto mío, tú solamente debes responder sí o no.
- ¿Qué harás después de
estos quince días que digo que te daré?
- No lo sé, quizás
aguarde a que se vayan esas visitas que esperas y que según parece son
incompatibles conmigo dentro de tu cama. ¿Realmente lo son?, ¿no cabemos todos
en ella?
- No, no cabéis, tengo
una cama pequeña, ya lo sabes, es la misma que tenía hace quince años y que
todavía conservo. Es tan estrecha que todo el mundo termina cayéndose de ella,
por eso he colocado una alfombra en el suelo, para amortiguar el golpe. En ella
nos conocimos, ¿recuerdas?
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