Philip-Lorca diCorcia
19. Un extraño buen sabor
de boca.
Al
cabo de tres días, así de rápido, me llamó y nos vimos para comer. Me contó que
sí, que había trabajado una tal Ángela Isabel Martínez López hasta hace un mes.
Indudableme nte era ella, pensé, no eran imaginaciones mías,
yo soy un buen fisonomista, no se me olvidan las caras y siempre reconozco en
los bebés las señales del padre, de la madre o las de un tercero. No fallo. Y
en este caso tampoco. Ese nombre de “Ángela Isabel”, un nombre compuesto,
explicaba el porqué de usar dos según le conviniera, Ángela o Isabel, en los
dos casos era su verdadero nombre, no mentía. Quizás no quería usar el mismo de
su madre.
-Pero
hay más cosas -me dijo mi amigo.
-¿Qué?
-También
ha trabajado en la nuestra y en una tercera en los últimos tres años y medio.
-¿Y?,
con los contratos basura que hacéis es normal que trabaje en cien empresas.
-Claro,
eso es lo normal, lo que no lo es tanto es que en una la hayan despedido por
robar y en todas deje un buen sabor de boca.
-¿Por
robar?
-Sí,
empieza por llevarse lápices y termina con los portátiles.
-¿Cuál
fue esa empresa?
-Chet Asociados.
-¿Qué
quieres decir con que también dejaba un buen sabor de boca?
-En
todas hizo novios.
-Bueno,
yo también tengo facilidad para hacer novias, y creo que a ti tampoco se te da
mal, eso no es relevante. ¿Hay algo más?
-No,
no hay nada más. ¿Es novia tuya?
-No,
es la esposa de un amigo.
-Bueno,
al menos tu amigo tendrá la casa limpia aunque no sé en qué sentido. Por
cierto, yo me acosté también con esa tal Isabel Angelines o como se llame.
-¿Tú
también te acostaste con ella?, me sorprendes.
-Sí,
pocas veces pero sí, no hay ningún mal en ello, ¿no?
-No,
creo que no.
-Si
quieres te cuento algo interesante, tal vez le sirva a tu amigo, o a ti,
aunque, la verdad, ya debe de haberse dado cuenta.
-Dime.
-Pero
no sé… quizás no debería hacerlo, es muy íntimo, pero…
-Pero
qué
-Es
significativo de la clase de mujer que es.
-¿Qué
le sucedía?, ¿qué era eso tan íntimo?
-Era
un saco de patatas.
-¿Cómo?
-Eso,
una muñeca hinchable, nunca he visto a una mujer más pasiva en la cama que ella,
inerte.
-Sería
contigo.
-No,
conocí a dos más con los que se comportó igual. Ya te digo, un pedazo de
madera, una piedra. Tampoco tenía orgasmos claro, ni los simulaba. En fin, no
sé, creo...
-¿Qué
crees?
-Ya
te digo, no lo sé, me confundía. Con esta chica no podía estar seguro de nada.
Tampoco lubricaba, tenía que usar un lubricador de farmacia. Ni rehusaba la
relación, se lo proponías y aceptaba, así de fácil.
-¿Y
dices que dejaba un buen sabor de boca?
-Sí,
curioso, ¿no?, era perturbador. Parecía una violación. ¿Tú no te acostaste con
ella?
-No,
claro que no. ¿Por qué dices que parecía una violación?
-Bueno,
una violación no, ya te he dicho que parecía una muñeca hinchable y…
-No
me digas que te gustan las muñecas hinchables, no pensaba que fueras este tipo
de hombres. ¿Qué te sucede?
-No
hombre, no, no es eso, pero…
-Pero
¿qué?
-Era
muy perturbador
-¿Y
eso dejaba buen sabor de boca?
-Sí,
bueno… quiero decir… no, claro que no, es una manera de hablar, ya me entiendes.
-No,
no te entiendo.
-Ya
sé que dicho así parece feo, pero… todo era muy turbador, ya te digo, una chica
promiscua, y totalmente pasiva en la cama, una extraña combinación.
-Pues
que quieres que te diga, a mí nada de eso me dejaría un buen sabor de boca.
-Bueno,
vale, no me machaques, no me riñas más. Me pediste un favor y he cumplido.
-Sí,
mejor, dejémoslo aquí. Gracias por la información.
-De
nada. Pide la cuenta, pagas tú.
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