Hoy (y 5)
Al huir uno tropezó, y al caer
se rompió la muñeca al poner las manos en el suelo, al levantarse le hirieron
en la cara, pero logró regresar con media boca rota y los dientes colgando.
Ellos querían cortar
el camino que salía del pueblo y que todavía manteníamos abierto. Por él nos
llegaban los suministros. Cerca, tras una curva que protege una loma baja, nos
despiojamos el otro día ella y yo. Era una manera como tantas de jugar al amor,
besarnos y acariciarnos mientras nos reventábamos los piojos entre nuestras
uñas sucias. Manchados el uno del otro le bañaba el cuerpo con mi semen acuoso
y ella sonreía y se dejaba lavar, salpicar y manchar con eso, y mientras se
dejaba y sonreía pedía más, y yo hacía lo que podía y lo que podía era todo lo
que yo sabía hacer, que no sé si era mucho pero era todo lo que tenía y todo
eso lo soltaba en ella como prenda de mi amor. Eso le decía que era y ella
sonreía todavía más al escucharme decirlo sin dejar de mirarme y sonreír,
agarrándome del pene y pidiéndome más.
Al oírla vi un mirlo quieto.
Y recordé que no
recordaba pájaros volar.
Unos estábamos quietos
y los demás estábamos muertos, o viceversa, en cualquier caso éramos nosotros, ese
era el resultado de hoy.
Hoy nos matábamos
los unos a los otros y mañana sería a la inversa. Eso fue todo y nada más. Nada
más que eso que fue todo y nada.
La guerra cansa,
pero más cansa la batalla. Se cansaron y empezaron a parar para descasar.
Paramos todos lentamente, despacio, disparo tras disparo el cielo sucumbió como
el mismo mar, para al final, ceder al silencio.
…pude ver el fogonazo con mi
ojo derecho y agachar la cabeza, ella estaba de espaldas y cayó casi porque sí…
Todo eso sucedió
hoy.
Como cuando tú te
callaste.
Esa mudez no tiene
nombre, ni una palabra que la denomine, creo que sé lo que es, pero es algo que
no se puede nombrar, no hay boca que sea capaz ni tampoco ningún cerebro
competente que la pueda imaginar, edificar y erigir. Nadie puede decir tal
palabra en voz alta para que todos la oigan, no es posible, no puede ser, hay
que morir ocho veces y media, creo, para tener tal potestad, y ni siquiera Dios
ha muerto tantas.
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