Philip Lorca di Corcia
Sufrimiento fetal (6 de 9)
15 de enero
Yo siempre he sabido que no hay esperanza. Lo intuía en aquellos años de
noviazgo con Luis. Era una premonición, como si fuera casi un recuerdo. Tal vez,
en el fondo, algo deseado, quizás era eso también, un deseo, el deseo de que no
hubiera esperanza. Un compañero de Universidad, más joven que yo, él de primero
y yo a punto de licenciarme, con el que llegué a tener una corta relación
siempre me lo decía, “no te cases con Luis,
déjalo, no vale ni la mitad del futuro que te espera con él”.
“¿Quieres que me case contigo?”, le
preguntaba yo.
“No, solamente quiero que
huyas conmigo”, me respondía, con una sonrisa que
jamás he vuelto a ver excepto en tu rostro, amor mío.
¿A dónde?, ¿Dónde quieres que vayamos,
vida mía?, inquiría yo.
Al fin del mundo, tonta, ¿a dónde quieres
huir, si no?
¿Y qué demonios haremos en el fin del
mundo?
Morirnos, claro, ¿te quieres morir
conmigo?, me preguntaba sin perder nunca aquella sonrisa.
Yo no quería morirme, quería vivir. No quería morirme con nadie. Y no sabía
qué responderle. Entonces era cuando me dejaba tomar de la mano y saltándonos
las clases nos íbamos a su casa en la que no había nadie, y allí, en aquel piso
vacío, nos pasábamos toda la tarde haciendo el amor, o mejor dicho, imitando a dos
haciendo el amor, hasta que ya era hora de irme y de ir a recoger a Luis cuando
salía de la oficina. Él ya trabajaba. Al verlo llegar le saltaba al cuello y lo
besaba con pasión, con la pasión que me había enseñado mi joven amante, esa
pasión sin futuro, la verdadera pasión, decía él, la que no conduce a nada más
que a ella misma. Aunque yo siempre he supuesto que debe de haber otra…, otra
que conduce a algo, claro, aunque no sé a qué. Luis me miraba extrañado y con
una cierta aprensión y me respondía que estaba cansado.
¿Tú también querrías que huyera contigo al fin del mundo, amor mío? ¿Para
qué?
En el fin del mundo o en el fondo de tu cama, te hubiera cubierto todo el
cuerpo de besos cuando me ha llegado tu mail, ese en que decías…
---------------------------------
Ya sabes que a mis años sigo teniendo un cuerpo bastante aceptable, que
todavía soy joven y que apenas estoy entrando en la madurez, pero los pechos
(¿o debiera empezar a decir ya "tetas", como tú haces?) se me
terminaron de estropear con el embarazo de Daniel. Eres un ángel, me haces
sentir deseada a pesar de que mis pechos ya no son lo que fueron.
El otro día me olvidé de contarte también que hemos cambiado de psicólogo
para Daniel, el que tenía hasta ahora no me gustaba nada. No hacía
especialmente mal su trabajo, pero cuando íbamos a verlo Luis y yo no paraba de
mirarme las piernas. Ya sabes que si no llevo pantalón uso una minifalda muy
corta, y sabes también que las tengo muy bonitas. Es un orgullo para mí
mostrarlas, pero ése no era el caso. Me hacía sentir realmente incómoda. Si el
psicólogo no sabe contenerse y no mirarme es que no es un buen profesional. Así
que se lo dije a Luis y le ha parecido muy bien. Hemos cambiado. Ahora lo lleva
una psicóloga, todo será que se enamore de mi marido, guapo es, o de mí, guapa
soy. Me río sola al pensar esas cosas, no son tan descabelladas, ¿sabes? Pero
en fin, parece una buena profesional y Daniel se encuentra a gusto con ella,
que es lo importante. Aunque ahora que lo pienso, la muchacha también es guapa,
y el que se puede enamorar es el niño, los pequeños se enamoran con mucha
facilidad. Yo misma, cuando lo era, me enamoraba casi cada semana de uno
distinto. Incluso a veces sentía cierta atracción por alguna amiga, era algo
muy extraño y me desazonaba. No sé, lo único seguro ahora es que estoy
completamente loca por ti.
--------------------------------
¡He deseado tanto hacer el amor en una playa! Y ahora será contigo. Ya sé
que esa es una fantasía de muchos hombres y mujeres, pero me da igual. Me dará
igual también la hora, que sea de día o de noche. O a todas horas. Una de ellas
al atardecer, me gustan los atardeceres. Y otra también de noche, bajo las
estrellas. Sueño con ello, mi cielo, ten por cierto que lo haremos, y será la
experiencia más hermosa de nuestras vidas. El destino nos va a compensar al
fin. Te quiero tanto, tanto...
Dices que eres un fauno y yo digo que soy su ninfa, que deseo a mi fauno
con el pene erecto, besárselo, lamérselo, succionárselo, hacerlo morir de
placer, ser suya, enteramente suya, que no haya un solo átomo de mí que sienta
que no le pertenece por completo. No dejaremos de besarnos y acariciarnos todo
el tiempo, de hacer todas las locuras que siempre soñamos o incluso esas que
nunca supimos que existen, saldrán solas de nuestra pasión y nuestro deseo. Nos
faltará el aire, amor mío, nos moriremos ambos de felicidad porque nos
estallará en el pecho.
-----------------------------------
Ya te dije que a Luis le gusta la filosofía, últimamente lee a Cicerón, y
hace bien. El orador afirma: "La templanza es el dominio firme y moderado,
impuesto por la razón, sobre la concupiscencia y demás ímpetus
desordenados"
Luis también dice que gracias a ella la vida se ordena hacia la armonía y
perfección del interior del hombre y la mujer, y que si la moderación no nos
liberase de la esclavitud de los placeres carnales nuestra conducta se regiría
por los instintos, y eso nos acercaría a los animales. Y a él no le gustan los
animales. No se puede negar que es cierto, en realidad es una obscenidad,
¿verdad?, parece tan pornográfico como una buena felación, o como un pollo
asado recién salido del horno, humeante y pringoso, lleno de grasa. Me río
cariñosamente de él, y él me dice esas cosas para hacerme reír, pero hay
momentos en los que pienso que quiere enviarme alguna clase de mensaje
subliminal. Quiere que sepa algo, creo que es algo que él sabe y yo no, quiere
que entienda algo, y yo no lo capto. Y eso me hace sentir muy incómoda. Es
posible que no tenga ninguna voluntad de captarlo, que tanta armonía no case
bien con mi hígado más que con mi corazón. Tampoco me atrevo a preguntar, no
por nada, pero si pregunto lo más probable es que me responda y eso puede ser
peligroso, ya sabes, lo peor de una respuesta siempre es la pregunta, así es
que mejor callar y procurar comprender. O no hacerlo, a veces es más saludable.
Yo lo comprendo todo, soy economista y racional, sabes también que me gusta
la ciencia y siempre estoy informada sobre las noticias que salen sobre ella,
ahora que hay tantas. Yo lo comprendo todo y mucho más que me gustaría
entender. Pero a mediodía, ni por la mañana ni al atardecer, ni cuando el sol
se levanta y ni cuando se cae del otro lado, solamente cuando está alto, en
pleno “Ángelus”, cuando la claridad es blanca como el hielo, es entonces cuando
me derrumbo y maldigo a esa estrella que me ilumina para nada. Parezco la mujer
vampiro, he de refugiarme bajo cubierto como si cayera piedra. He de huir del
sol que me ofusca. No entiendo ni por qué me llamo cómo me llamo. Es un
instante, apenas dura unos minutos, pocos, nadie se da cuenta, ni Luis lo sabe.
Solamente he de cubrirme la cabeza, si es con hormigón, mejor.
A Luis lo adoro, lo quiero, pero le gusta la filosofía platónica, es mi marido,
pero tú eres mi tesoro escondido, mi corazón deseado, mi cesta de las manzanas.
Quiero tenerte frente a mí y que se me entrecorte la respiración anticipando
tus manos en mi cuerpo, tu boca dentro de la mía. Me gusta sentir que podría
romperme en mil pedazos de tanto amarte, necesito poder romperme de alguna otra
manera distinta a la habitual. No es necesario que me hunda en la inmundicia ni
que salte del séptimo piso, sólo quiero amarte y ser cursi cuando pienso en ti,
cariño. Me gusta serlo.
La semana próxima Luis tiene que irse a Nueva York por trabajo y me ha
pedido que lo acompañe, me ha hecho mucha ilusión, hace un par de años que no
he estado en la “Gran Manzana”, será una semana inolvidable, eso queremos los
dos que sea. ¡Estoy muy contenta!
¡Soy tan feliz y te quiero tanto, amor mío!
Está claro que estoy completamente loca.