"WHAT YOU SEE IS WHAT YOU GET"

dijous, 22 de setembre del 2016

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (La propina)



Dia zero.

Últimas palabras, adioses y citas:

“Una vez oí un refrán que me impresionó más que un voto matrimonial. No sé cuál es su procedencia. ‘Como aparece un río, puede que venga de…’ [Aquí se ha corrido la tinta y el nombre es ilegible].

Si vas río arriba, dice el refrán, coge una flor para mí, y si mueres antes que yo, espérame al otro lado de la tumba”

(Fragmento de una carta de A’ida a Xavier “De A para X” de John Berger)

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- Moriré después de ti.

- Así es.

--¿Me esperarás?

- No, no te esperaré, no me busques porque no me hallarás, los quince días han terminado, han sido sólo un soplo en toda una eternidad, un beso corto, y ya no te mereces de mí ninguno más.

- Entonces adiós.

- Adiós.

- Por cierto, ¿nadie te ha dicho que eres un soberano mentiroso?

-¿Sabes que te quise?

- Claro que lo sé. Te vuelvo a preguntar, ¿me esperarás?

-Claro que te esperaré, tonta, ¿qué haría sin ti?

-Nada, no harías nada, sólo perderte, tonto.

-¿Y tú, me buscarás?

-Claro que te buscaré, sin ti me perdería. ¿Sabes que te quise?

-Lo sé.


Fin


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-¿En casa de quién estamos? –pregunté.

-La verdad es que no lo sé –dijo Charlotte-. Conocí este lugar a través de unos pintores. ¿Le interesa saberlo?

-No.

-Me chocaba en usted, tan… ¡Es tan agradable no saber en casa de quién está uno!

Me sonrió con confianza. Me habría gustado que no supiese mi nombre para que estuviese aún más relajada.

-¿No estará enfermo su joven amigo, madame Charlotte?

-No, gracias a Dios. Está en casa de unos parientes, en el campo. Vuelve dentro de ocho días.

Se ensombreció un poco, perdió la mirada en el fondo rojizo y humoso del estudio.

-¡Es tan agotador alguien a quien se quiere! –suspiró-. No me gusta mucho mentir.

-¿Cómo mentir? ¿Por qué? ¿Le quiere?

-Naturalmente que le quiero.

-Entonces...

Me dirigió una magnífica mirada de superior a inferior, que luego suavizó.

-Pongamos que sea una profana en la materia –dijo afablemente.

Pero yo recordaba la novelesca recompensa que concedía al joven amante, el placer, casi público, el gemido de ruiseñor, notas llenas, reiteradas, idénticas, que se prolongaban unas a otras y se precipitaban hasta la ruptura de su tembloroso equilibrio en la cúspide de un sollozo torrencial… Sin duda, en eso residía el secreto, la melódica y piadosa mentira de Charlotte. Pensé que la dicha del joven amante era grande, si la medía por la perfección del engaño de quien trabajaba delicadamente para dar, a un muchacho débil y sombrío, la más alta idea de sí mismo que un hombre pueda concebir.

Así pues, un genio hembra, entregado a la tierna impostura, a la deferencia, a la abnegación, se alojaba en aquella tangible Charlotte, tranquilizadora amiga de los hombres… Sentada, con las piernas extendidas, esperaba ociosa, a mi lado, reemprender la tarea que corresponde al mejor amante: la superchería cotidiana. Mentira deferente, embeleco mantenido con ardor, proeza ignorada que no espera recompensa… Tan sólo el azar, el anonimato, la atmósfera que se llama disoluta liberaban a aquella heroína cuyo silencio no me incomodaba en absoluto, a aquella desconocida a cuyo lado yo callaba como si acabase de confiarme a ella. Su presencia seducía a otras efímeras presencias extraídas del fondo de mi memoria, fantasmas que acostumbro a perder y recuperar, inquietos, mal curados de haber golpeado duramente, en otros tiempos, con la frente, con el costado, contra el arrecife sordo e ininteligible: el cuerpo humano… Ellos reconocían a Charlotte. Como ella, sólo habían hablado cuando se sintieron seguros, es decir, entre desconocidos a desconocidos. Un oído tenebroso –a veces el mío- se había puesto a su alcance y habían vertido en él, en primer lugar, su nombre –nombre ficticio, pero libremente escogido-; luego, en cualquier orden, todo lo que les agobiaba: carne, más carne, misterios, traiciones de la carne, fracasos de la carne, sorpresas de la carne.

(“Lo puro y lo impuro” Colette)



(1). Poem nº IX ”A LAST CONFESSION”, Yeats.

What lively lad most pleasured me
Of all that with me lay?
I answer that I gave my soul
And loved in misery,
But had great pleasure with a lad
That I loved bodily.

Flinging from his arms I laughed
To think his passion such
He fancied that I gave a soul
Did but our bodies touch,
And laughed upon his breast to think
Beast gave beast as much.

I gave what other women gave
That stepped out of their clothes.
But when this soul, its body off,
Naked to naked goes,
He it has found shall find therein
What none other knows,

And give his own and take his own
And rule in his own right;
And though it loved in misery
Close and cling so tight,
There's not a bird of day that dare
Extinguish that delight. 


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(2) “The mountains of Mourne”, Popular.

Oh, Mary, this London's a wonderful sight
With people here working by day and by night
They don't sow potatoes nor barley nor wheat
But there's gangs of them diggin' for gold in the street
At least when I asked them, that's what I was told
So I just took a hand at this diggin' for gold
But for all that I've found there, I might as well be
In the place where the dark Mourne sweeps down to the sea

I believe that when writin' a wish you expressed
As to how the fine ladies of London were dressed
But if you'll believe me, when asked to a ball
They don't wear no tops to their dresses at all
Oh, I've seen them myself and you could not in truth
Tell if they were bound for a ball or a bath
Don't be startin' them fashions now, Mary McRee,
In the place where the dark Mourne sweeps down to the sea

There's beautiful girls here, oh, never you mind
Beautiful shapes Nature never designed
Lovely complexions of roses and cream
But let me remark with regard to the same
That if at those roses you venture to sip
The colors might all come away on your lip
So I'll wait for the wild rose that's waitin' for me
In the place where the dark Mourne sweeps down to the sea

You remember young Diddy McClaren, of course
But he's over here with the rest of the force
I saw him one day as he stood on the strand
Stopped all the traffic with a wave of his hand
As we were talking of days that are gone
The whole town of London stood there to look on
But for all his great powers, he's wishful like me
To be back where the dark Mourne sweeps down to the sea

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(3) Entre “La chica de ayer” de Nacha Pop, las canciones de Toni Zenet y las de Sabina.

Un día cualquiera no sabes qué hora es 
Te acuestas a mi lado sin saber porqué 
Las calles mojadas te han visto crecer 
Y con tu corazón estás llorando otra vez. 

Me asomo a la ventana eres la chica de ayer 
Jugando con las flores, en mi jardín 
Demasiado tarde para comprender, 
chica, vete a tu casa, no podemos jugar. 

La luz de la mañana entra en la habitación, 
tus cabellos dorados parecen el sol. 
Luego por la noche al Penta a escuchar 
canciones que consiguen que te pueda amar. 

Me asomo a la ventana, eres la chica de ayer. 
Demasiado tarde para comprender. 
Mi cabeza da vueltas persiguiéndote. 
Mi cabeza da vueltas persiguiéndote
Mi c a – c a – c a – c a -cabeza da vueltas persiguiéndote. 
Mi cabeza da vueltas persiguiéndote.

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(4)  ”In the Mood for Love”, de Wong Kar Wai.

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(5) “Un beso de esos” de Toni Zenet.

Los dos se encontraron en el mismo cuarto, 
los dos se encontraron justo en el momento, 
fue un beso de esos...que bajan la guardia, 
fue un beso de esos...de darse las gracias, 
un beso de esos... de esos que valen! 
por toda la química de la farmacia. 

Los dos intuyeron, sus ojos cerrados, 
sus bocas pegadas, cerca su aliento, 
fue un beso de esos que cumplen un sueño, 
un beso de esos que son el primero. 

Un beso de esos que ponen contento, 
los dos se creyeron 'signing in the rain' 

ESRIBILLO 

Tan locos saltaron sobre los charcos, 
tan locos bailaron por los bordillos, 
tan locos rompieron en mil pedazos 
la lista negra de sus enemigos. 

Tan locos saltaron la verja de un parque, 
a ciegas cruzaron por las avenidas, 
tan locos pensaron hacerse piratas 
surcar en velero los mares de China. 

Fue un beso de esos que premian las ganas, 
un beso de esos que luego te marcan, 
un beso de esos de bésame mucho, 
tan locos quisieron perderse del mundo. 

Tan locos rodaron uno sobre el otro, 
un beso de esos que valen por todo. 

ESTRIBILLO 

Tan locos saltaron sobre los charcos, 
tan locos bailaron por los bordillos, 
tan locos rompieron en mil pedazos 
la lista negra de sus enemigos. 

Tan locos saltaron la verja de un parque, 
a ciegas cruzaron por las avenidas, 
tan locos pensaron hacerse piratas 
surcar en velero los mares de China. 

Tan locos saltaron la verja de un parque, 
a ciegas cruzaron por las avenidas, 
tan locos pensaron hacerse piratas 
surcar en velero los mares de China. 

Surcar en velero los mares de china 
Surcar en velero los mares de china 
Surcar en velero los mares de china 
Surcar en velero los mares de china 
Surcar en velero los mares de china 
Surcar en velero los mares de china...

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Adiós










dimecres, 21 de setembre del 2016

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (21)


Día veintiuno. Quiero una nuez, una avellana y una almendra

“Lo acepto, me encargaré de ti, seré tu hombre durante quince días. En todo este tiempo no saldremos de mi cama excepto para aquello que sea necesario. Quizás nos bañemos en la bañera, tal vez juguemos en el bidet, nos miraremos en el espejo. Algo deberemos comer, pero te prometo que no me separaré de ti, solamente te pido que me agarres bien, no me sueltes, no dejes que me caiga de mi propia cama. No te abandonaré ni despegaré mi boca de la tuya, mis palabras no necesitarán del aire para ser dichas, pasarán de labio a labio, de lengua a lengua y en cada una te contaré mil cuentos, en todos los versos te amaré, serás mi novia, mi hembra y mi esposa, la reina de mi harén. No dejes que me quemen, quiero una nuez, una avellana y una almendra, quiero madera clara y tierra seca cerca de un ciprés”.


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dimarts, 20 de setembre del 2016

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (20)


Día veinte. En el ataúd.

Se oye un golpe.

- ¿Qué ha sido ese ruido? -te he preguntado alterado.

- Te has vuelto a caer de la cama.

- No, esta vez es algo distinto, el sonido ha sido otro, más hueco.

- Entonces es que han cerrado el ataúd, ya te dije que te habías muerto.

- Sí, debe de ser eso que dices, he muerto. ¿Me quieres?

- ¿Vivo o muerto?

- Vivo.


- Vivo sí, y muerto también. Te quiero siempre y te quiero bien. Ven, recuerda que me debes quince días, hemos hecho un trato, ¿lo aceptas?

dilluns, 19 de setembre del 2016

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (19)



Día diecinueve. He fallecido.

Creo que me he muerto porque hablo en rima asonante.

- Ya te dije que eras un poeta.

- Y tú una musa, no me hagas reír.

- No te rías, dame esos quince días que me has prometido, yo me encargo de todo, de la comida y de la logística, tú no debes preocuparte de nada, solamente debes de encargarte de mí, ser de nuevo mi hombre, sabes hacerlo, no es demasiado difícil, ya lo has hecho en otras ocasiones, sólo necesitas no caerte de tu propia cama.

- Es verdad, es fácil, muchos lo han sido antes o al mismo tiempo que yo.

- ¿Tienes celos?

- No exactamente, no son celos.

- ¿Qué son entonces?

- Recuerdos.

- Casi es lo mismo.

- Tengo celos de mí, yo también fui uno de ellos. Cuando hay muchos no todos caben, hay que soltar alguno para dejar que los nuevos entren. Parecen lastre.

- O al revés.

- ¿Humo? ¿Conmigo qué haces?, ¿me dejas entrar y echas fuera alguno?, ¿uno viejo?, ¿o me cierras la puerta y no permites que mi recuerdo, ni mi carne, entren en ti?

- Depende.

- ¿De qué?

- No es de qué, es de quién, depende de ti, yo elijo a mis amantes, pero no soy la responsable de mis recuerdos, lo son ellos, lo eres tú.

- ¿Quieres parecer una cínica?, ¿por qué simulas serlo?

- Por eso te gusto, ¿no?

- No es verdad, no lo eres, no eres cínica, ni me gustas cuando pretendes serlo, pero las consecuencias son las mismas o peores, por eso nunca te pedí que te casaras conmigo.

- Si lo hubieras hecho te habría aceptado sin dudarlo.

- ¿Quién se hará cargo de las sábanas?

- Nadie.

- ¿Quién se ocupará de ti?, todavía eres una niña.

- Nadie.

- ¿Tienes miedo de morir?

- Sí.

- Pero antes moriré yo, amor mío.


- Sí.

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (18)


Día dieciocho. El cebo debes ser tú.

Mi asistenta sanitaria es bella, tiene un cuerpo joven y bien formado.

Es de mediana estatura, morena, y muestra y me enseña un pequeño pubis medio depilado y unos pechos caídos lo necesario y justo para que su respiración provoque en ellos el temblor que luego causa el corrimiento de las famosas placas tectónicas del planeta, los terremotos y los célebres tsunamis, esos desplazamientos abruptos de los océanos que tantas muertes ocasionan.

Me recuerda a Pier Angelli, una encantadora actriz italiana que hacía honor a su nombre. Se parece a las Madonas de Rafael, santas y ninguna virgen.

- ¿Para qué sirve una mentira? -me ha preguntado.

- Para restablecer el equilibrio -le he respondido.

- ¿Entonces?, ¿la verdad qué utilidad posee?

- No tengo ni idea.

- ¿Cuál debe ser el cebo?


- Tú misma.

divendres, 16 de setembre del 2016

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (17)



Día diecisiete. Mi enfermera también miente.

Mi enfermera se ha transmutado en cotorra, y ha empezado a explicarme intimidades y cosas de su vida, dice que se ha desnudado porque yo se lo he pedido. No es cierto. “No quiero que tenga una opinión equivocada, ya sabe que usted es alguien muy especial para mí, no me desnudo cada vez que me lo piden, me ha dicho”.

“Mientes”.

Sus compañeros y esposos me han contado que se desviste cada vez que tiene oportunidad, que es famosa en todo el hospital por sus desnudos de terrorista. Sin avisar, y sin que nadie lo espere, empieza a quitarse la ropa como si entablara una conversación amena, educada y cordial. Lo hace en cualquier parte, en un pasillo frecuentado de gente o en un ascensor vacío de cuerpo y mente.

Es capaz de hacerlo en el despacho de su superior, en unos lavabos públicos o en el mismo quirófano en plena intervención de fimosis o de cáncer de colon.

Desconoce que desnudarse no es una actividad baladí, vestirse tampoco, y mucho menos cuando lo que termina quedando al aire es la piel, la propia o la de los otros.

Se desnuda con demasiada naturalidad y sin el más mínimo atisbo de erotismo, como si fuera a ducharse o a ponerse el pijama. Tampoco es una activista de causas justas, sólo es una mujer con ese don, desnudarse porque sí.

Hay ocasiones, me han contado, que la encuentran encamada, medio dormida y abrazada al enfermo o al moribundo, tal y como Dios la trajo al mundo.

Conmigo no ha llegado hasta este extremo, solamente se despoja de las ropas que la visten y se sienta en el borde de mi cama, a punto de caerse. Me habla de ella, de sus amores y esperanzas, de su familia y de su trabajo, de las aspiraciones profesionales que alberga y de las intrigas y triquiñuelas que tiene con sus amigos y amantes.

Dice que quiere comprarse una casita cerca del mar.


“No, no miento”.

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (16)


Día dieciséis. Sirenas.

En una película había una mujer que lloraba y fumaba sentada al borde de una cama y un hombre que depositaba su secreto en el hueco de una piedra antigua y gastada. (4)

Mi enfermera se desnudaba como si se vistiera, y al hacerlo su bata blanca ondeaba de una manera inexplicable. Sólo una bata, y debajo nada.

“Te hablaba ayer”, le dije a mi enfermera desnuda, “de una sirena sin sexo, una mujer muy poco convencional que me ha dejado maltrecho y sin labios para responder a uno de esos besos que ahora me pides, un beso, como tú los llamas, de pirata de los mares de la China. He de confesarte que no tengo otros para ponerme contento ni más boca para cumplir mi sueño que la que me alimenta con aire y suero. Ya no me quedan cuartos, camas ni habitaciones para bajar la guardia, ni siquiera para dar y darte solamente las gracias. No, no tengo ganas, velero ni viento, me falta el aliento, amor mío, y tampoco recuerdo el primer beso que un día te di”. (5)

- Parece una canción, ha exclamado mi enfermera.

- Sí, lo parece porque casi lo es.


dimecres, 14 de setembre del 2016

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (15)



Día quince. No olvides que te quiero.


Me asomo a la ventana y veo la cama vestida de blanco. Había llovido, las calles estaban mojadas, no pude quitarte la ropa y tú te habías vuelto a caer. Noche y día viviendo de tus senos, del sol en tus cabellos, del “no olvides que te quiero”. De la luz que entraba cada mañana por el balcón para tomarme preso sin pedirme permiso. Indiferente y sucia me iluminaba sin ninguna clase de cariño. Despiadada y sin darle pena no mostraba tampoco ningún interés por el sin sentido de no tenerte conmigo. No veía que en cada abrazo y en cada beso interminable que nos dimos, tus dedos dibujaron en mi espalda un par de copas vacías, que, sin el agua ni el vino de Πάτρα, convirtieron nuestro amor en un nuevo callejón sin salida ni destino. ¿Cómo hacerte mía al recordar que nunca lo fuiste?, ¿solamente con el frío de tu cuerpo tendido en el suelo y encima del mío?, ¿sin imaginar el cielo?, dime, ¿de quién debo tener celos ahora?, ¿de aquellos que tuvieron tiempo? ¿Cómo puedo vivir si tus labios continúan siendo todavía los míos?, ¿de qué puedo hablar si ellos me siguen contando cosas de ti? Hace mucho tiempo que no me pido perdón ni consejo, ni consigo saber ni decir nada de nada, y mucho menos nada de mí. Ya no puedo soñar contigo, amor mío, ni logro vernos jugar desnudos entre aquel espejo y la esquina, entre la arista y el filo de tu vientre de sirena vacía y vana. En nuestra escalera de madera, con tu cola de medusa rota que peinaba tu cabeza de mujer loca, perdí la mía, mi cabeza también y toda mi boca…   cana. (3)

dimarts, 13 de setembre del 2016

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (14)


Día catorce. Me estoy muriendo.

Me estaba muriendo y deliraba entre sus guantes de terciopelo blanco.

La morfina no humeaba ni el hospital se encontraba en Shangai.

Sus manos sin dedos no podían asir mi pene, su boca sin lengua se mantenía callada y su sexo era una calle cortada como si fuera una sirena, una mujer con cola de pez.

Nunca me creí lo que me contaba, no era fiable, me decía a mí mismo, ella no sabía nada y yo solamente soñaba y fantaseaba.

No sabía nada de mí ni yo nada de ella, no sabía nada de nada. No deben quererme así. No quiero que nadie me ame como si sólo fuera el chico de ayer. Yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola, esa es la verdad y esa es la diferencia, siempre te acostabas a mi lado sin saber por qué. (3)


Nunca te lo perdonaré.

dilluns, 12 de setembre del 2016

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (13)


Día trece. Las enfermeras y las trampas.

Mi enfermera solamente tiene un defecto, es joven, pero posee tres grandes cualidades, es inteligente, es sensible y es también bondadosa.

Así que ha entendido perfectamente el significado de mis lágrimas y mi desasosiego al pensar en Vincent y en su habitación deshabitada. Ha comprendido de una manera profunda el significado estético de la soledad, la nada y el vacío de un paisaje desolado.

“Las trampas necesitan un cebo, ¿cuál usas tú?”, le he preguntado cuando he presentido que iba a levantarse para irse.

- Yo no sé preparar trampas, ¿puede enseñarme usted?- me ha respondido apretando más fuertemente la mano que me asía.

- Serás una buena alumna- le he dicho al notar esa presión.

En realidad no puede saberse nunca qué piensa nadie, qué pasa por su cabeza. Siempre he creído que la vida de un hombre no debe de estar sometida a la influencia de los demás, ha de desarrollarse de manera independiente si quiere tener una existencia emancipada y libre. Creativa.

Un hombre debe vivir solo, la convivencia lo somete a la prole y al heroísmo cotidiano.

- ¿De verdad cree eso?- me ha preguntado- ¿seré realmente una buena alumna?

- Claro que lo serás, buena alumna sin duda, luego no sé.

- No me tome por lo que no soy.

- Sólo te tomo por una mujer curiosa, inteligente y perspicaz, ¿a quién necesitas engañar?, dime.

- Aparte de a mí misma a uno a quien amo.

- ¿Para qué?, ¿no lo amas lo suficiente?

- Es él el que no me ama igual.

- Si eso te importa es que no lo amas bastante ni bien.

- ¿Ni bien?

- Ni bien.

- Lo amo trece veces bien.


- Entonces te faltan dos para llegar a quince, con eso es suficiente, no es necesario acercarse a cien.

dissabte, 10 de setembre del 2016

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (12)


Día doce. He vuelto a mentir.

He de confesar que ella no era ninguna muchacha, no era esa mujer que he descrito mucho más joven que yo, casi una niña.

He mentido.

Veinticinco años son muchos, demasiados, he exagerado, nunca sé contar el tiempo que pasa y me confundo, tal vez nos separaban solamente quince semanas.

Quizás fueron quince días, todos los que no compartimos.

Es posible que fuera ella la mayor y yo el alumno adolescente que asustado aprendió en su cuerpo un par de cosas.

Dos nada más.

Una es que no hay nada que aprender y la otra que no hay que revelar ese conocimiento jamás.

- Respóndame, ¿a qué se refiere cuando habla de trampas?- me ha pedido de nuevo mi enfermera con tono autoritario.

Entonces me he puesto a llorar.

Al verme, la pobre muchacha se ha turbado y no ha sabido qué debía hacer ni cómo comportarse.

Después de un buen rato sollozando se ha sentado a mi lado, en el borde de la cama, y me ha tomado una mano. “¿Por qué llora?”, me ha preguntado.

- Creo que Vincent murió hace tiempo -le he respondido -y la habitación de Arlés debe de estar vacía y abandonada, ya nadie pinta girasoles ni sillas de madera clara en ella.

Cuentan que todo aquello que no se puede pintar de memoria no se puede pintar y yo dudo entre recuerdo y reconocimiento, no consigo saber si de verdad logro pasar del segundo al primero, del recuerdo al reconocimiento.

“¿Se puede vivir sin pintar?”, le pregunté un día a Van Gogh. “Por supuesto que no”, me respondió, “al menos no con dignidad. Hablamos de vivir, no de sobrevivir, ¿verdad?”, me preguntó a su vez.

- ¿En qué consiste la pintura?, Vincent.

- En elegir.

- ¿El qué?


- El color.

divendres, 9 de setembre del 2016

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (11)


Día once. Mi enfermera.

Hoy la enfermera me ha lavado como si fuera un bebé.

Mientras me enjabonaba le he hablado de las mentiras que contaba Stendhal y que tan dulcemente nos narró Stefan Zweig en la biografía que escribió de él.

Me ha sorprendido alegremente descubrir que había leído el libro y que sabía de memoria la obra de ambos.

Hemos tenido una ligera aunque muy interesante conversación literaria que me ha permitido ahuyentar la vergüenza que ya no me queda, pero que deseo pensar que aún conservo.

Le he confesado a mi enfermera que me gustaba encontrar su sexo tan húmedo como su boca en aquella escalera que no subía ni bajaba, y al oírme me ha sonreído.

“Estése quieto”, me ha reñido hablándome de usted, “que se va a caer de la cama”.

Le he contado también las mentiras de mi joven amante. Todas las que he podido inventar, incluso las ciertas.

Se me ha quedado mirando, escuchando atenta la narración de cada una de ellas.

- ¿Cuándo se dio cuenta de que mentía?- me ha preguntado.

- Siempre lo supe, desde el primer día -le he respondido con firmeza y muy seguro de mí.

- ¿Cómo se sabe cuando alguien miente?

- La respuesta a esa pregunta tiene un precio que tú todavía no puedes pagar -le he soltado como si tal cosa.

Al oírme ha abierto los ojos, sorprendida y algo ofendida.

- ¿Por qué no?

Me he callado y he ladeado la cabeza hacia la ventana por la que entraba la luz de un día radiante. Ha sido como una bofetada.

- Dígame- ha insistido -¿Por qué no puedo pagar ese precio?

- ¿Sabes preparar trampas? -le he preguntado sin mirarla.


- ¿Qué?, ¿trampas?, ¿de qué me está hablando?

dijous, 8 de setembre del 2016

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (10)


Día diez. Mi amigo Vincent, el pintor.

El caso es que debería ir a Arlés para recuperarla y traerla al Hospital, de paso aprovecharía y visitaría a Vincent, hace tiempo que no nos vemos, él no es un hombre que use de teléfonos móviles ni de Internet, en realidad no utiliza ni siquiera una simple y antigua máquina de escribir que le regalé. Escribe y pinta a mano.

Nos tomaríamos unas cuantas cervezas, hablaríamos de pintura, y por la noche nos iríamos al burdel.

A la mañana siguiente, antes de salir el sol, me acercaría al mar, me bañaría desnudo viendo amanecer, y me sentiría lejos de todo, que es, por otra parte, una manera curiosa de tenerlo y verlo todo al mismo tiempo, igual que cuando te mueres y llegas a ser casi como Dios.

Pero creo que no podré ir, no me han dado permiso para levantarme.

Estoy desvariando.

“Te advierto”, aseguró señalándome con su dedo índice, “que durante estos quince días no vamos a salir de tu maldita cama excepto para lo imprescindible, te ataré a ella y no me despegaré de ti”.

Cuentan que es mejor morirse en una cama, y creo que lo dicen porque no saben qué es morirse en el suelo.

Todos lo temen, pero siempre son preferibles las baldosas frías que los colchones mullidos, su dureza y frialdad te empujan a la vida.

No hay nada peor que la comodidad para vivir y morir.

“Cuando veas que agonizo sácame de la cama y tiéndeme en el suelo quiero empezar a sentir la frialdad del otro lado, del otro lado vacío de la cama”.

Supongo que afirman eso porque casi todo el mundo tiene la comodona y burguesa costumbre de hacer el amor acostado en una de ellas.

Con mi joven amante, y como la cama era tan estrecha, lo hacíamos de pie también. Yo le levantaba las faldas y le bajaba las bragas y ella a mí los pantalones y los calzoncillos, y así, apoyados en una esquina, nos amábamos. Lo hacíamos de otras maneras, pero a mí me gustaba ésa, de pie y vestidos, con la ropa bajada y en un rincón los dos, en una esquina cualquiera del pasillo o de la habitación.

No había penetración, solamente una dulce y apasionada masturbación mutua. Una vez intentamos esa penetración con ella a horcajadas y yo sosteniéndola por el trasero, como en las películas, pero perdí el equilibrio y nos caímos al suelo, podíamos habernos hecho daño, pero nos reímos y no lo volvimos a intentar más


Luego, sentados en una escalera le abría las piernas y la besaba. 

dimecres, 7 de setembre del 2016

Quince días. Una historia de amor en veintiún días más otro de propina. (9)


Día nueve. Todo es mentira.

Todo lo anterior tampoco es cierto, la única verdad es que fui vanidoso. Pensé presuntuoso que ella era un saco vacío y que estaba por llenar, pero me equivoqué, como en otras muchas ocasiones también confundí ignorancia (la mía) con soledad (la suya) Y la soledad no se llena ni se cura.

Aunque la ignorancia tampoco.

De la misma manera que no se puede engañar a un hombre honesto no se puede enseñar al verdadero ignorante.

El caso es que ahora, que me estoy muriendo, pienso, sin embargo, que la soledad era también la mía y no la de ella al igual que la ignorancia, el tonto y el inculto era yo y no mi joven amante. ¿O era al revés? Ya no sé nada de nada.

Esa conclusión no es el resultado de una elaboración ardua o compleja, no lo es. Simplemente me doy cuenta que me estoy muriendo solo, en una habitación de hospital vacía si no fuera porque la ocupo yo.

La realidad es que nadie viene a visitarme, ya no ejerzo de anfitrión.

Aquí, en el hospital, la cama es algo más ancha, pero el suelo es también mucho más duro, igual que el colchón.

Le he pedido a la enfermera que me deje colgar un pequeño cuadro que pinté hace tiempo, son las copas de unos árboles llenos de sol que titulé El sol del platanero, en recuerdo de El sol del membrillo de Víctor Erice, película en la que retrataba a Antonio López en la misión imposible de atrapar el tiempo usando el color.

La mía era una pintura que adornaba una de las paredes de la habitación que durante unos meses ocupó Van Gogh en Arlés, Francia.


La enfermera me ha mirado de una manera extraña, debe de pensar que estoy loco, pero me ha dado permiso para colgarla.